miércoles, 18 de mayo de 2011

Por qué no asistí a la marcha por la paz


Antes de iniciar a exponer sencillamente mis dudas y desacuerdos con el movimiento encabezado por Javier Sicilia quisiera expresar de antemano mi profundo respeto para todas las víctimas del mare magnum de violencia que azota a México, sean poetas o no. Mi desacuerdo con las posturas que se asumieron en la marcha del domingo pasado tampoco implica que respalde las acciones del principal denostado en dicho acto, el presidente Calderón.

Muchas veces el dolor nos lleva a tomar determinaciones o a hacer declaraciones con poco sustento racional. Algunas de las posturas de Sicilia y de su movimiento así me parecen, examinaremos algunas de las más notables:

Plazos para conluir investigaciones: no se puede poner un límite a una pesquisa judicial porque el hallazgo no es un algo que dependa únicamente del investigador. Es como si a un científico le pusieramos un plazo para descubrir la vacuna contra el cáncer. Podemos pedir que las investigaciones se hagan con celeridad y rigor, sí, pero no podemos ponerles un límite temporal. Estados Unidos tardó años para dar con Bin Laden, ¿y todos los casos de asesinatos van a resolverse en tres meses? Habrá que llamar a Charles Xavier y su equipo de X-men, porque de otra forma no se ve cómo. Incluso a algún comentarista exaltado de Proceso tres meses le parece poco y exige que todos los problemas se resuelvan “de inmediato”.

Decidir ceses en el gabinete: es uno de los aspectos en los que más se notan las contradicciones del movimiento. Mientras los izquierdistas trataron de capitalizar el descontento para “exigir” una vez más la renuncia del presidente Calderón, Sicilia intentó redirigir la ira de los manifestantes (que no conformes con la eventual renuncia del presidente pedían a gritos su muerte) hacia un objetivo menor: el secretario de seguridad pública García Luna. Lo bueno es que la marcha era por la paz.

Este tipo de demandas serían más consistentes si junto con la petición de cese se incluyera la de promoción. Muy bien, cesan a García Luna. ¿A quien deben poner en su lugar, señor Sicilia? Porque puede darse el caso de que pongan a alguien que haga las cosas igual o peor. Lo mismo aplica con quienes piden la renuncia de Calderón: ¿estaríamos mejor con López Obrador? La filosofía del “quítate tú para ponerme yo” no lleva a ningún lado.

¿Por qué no en lugar de preocuparnos por pedir el cese de miembros de un gabinete que ya va de salida, nos preocupamos en exigir a los aspirantes para los comicios del año que viene posturas concretas respecto a cómo van a conducir la lucha contra el narco?

Maniqueísmo: el gran pecado del mexicano es echarle las culpas de su desgracia a otros. Dice López Obrador que la culpa de los males de México los tiene la derechona oligárquica que mantiene el régimen neoliberal y “ha secuestrado el país”. Dicen en la marcha por la paz que la culpa es del gobierno. Ciertamente el gobierno tiene una gran responsabilidad en lo que sucede en el país, pero no es el único responsable. Pensar esto es caer en un simplismo pasmoso.

La situación actual de México tiene profundas raíces históricas, que podrían rastrearse hasta la mismísima independencia nacional. Profundizar en ellas rebasa el alcance de este artículo. De alguna manera u otra, y en menor o mayor medida, todos somos responsables por lo que sucede en el país. Pedimos el buen uso de los recursos públicos pero aceptamos que el PRD nos de nuestra casita de interés social por ir a llenar las marchas que convoca. Pedimos que se premie al mérito y se castigue al vicio, pero seguimos poniendo a nuestros compadres y amigos en los mejores puestos de muestra empresa, aunque no distingan su pie izquiedo del derecho. Pedimos combate a la corrupción, pero seguimos dando mordidas para evitar multas. Queremos vivir en un país en el que impere la legalidad, pero nosotros no somos capaces de respetar siquiera las señales de tránsito. Mientras sigamos creyendo que “los otros” son los malos y nosotros los buenos, y que son “los otros” quienes tienen que cambiar, las cosas en México jamás mejorarán.

El pacto nebuloso: ¿Quienes son los sujetos que de este “pacto”? ¿Qué van a pactar? ¿La legalización de las drogas? A mí me parecería una propuesta razonable aunque políticamente irrealizable. En todo caso hay que tener el valor de proponer con claridad, sin que la corrección política frene las ideas. El tejido social no se reconstruye mediante decretos o mediante pactos cupulares, sino mediante la práctica individual de la virtud y la internalización de los valores morales.

Voy a hacer una profecía: el próximo sexenio, sin importar el color del afortunado ganador de “la grande”, la lucha contra el narco seguirá exactamente la misma estrategia que ha seguido Calderón. ¿Acaso creen que al presidente le gusta jugar a los soldaditos? ¿Por qué empeñarse en mantener una lucha que pone en riesgo la propia estabilidad del régimen? Esta estrategia está decidida, como muchas otras cosas en México, desde Washington, y por eso no puede ser modificada. Lo mismo sucedió en Colombia: la guerra civil no paró hasta que Estados Unidos se sintió conforme con el resultado obtenido. El narco es un problema grave de salud para Estados Unidos, en México más bien es una importante fuente de divisas. Pero los gringos prefieren que la guerra contra ese problema suyo se libre en nuestro territorio que buscar la forma de disminuir su consumo e impedir el tráfico de armas hacia nuestro país. En eso sí tiene razón Javier Sicilia.

En conclusión, comparto la indignación de Sicilia pero creo que sus demandas son poco realistas. Y la verdad es que aunque el poeta se esfuerza por mantenerse al margen de los intereses políticos, en la práctica el único objetivo visible de su movimiento, manipulado por los izquiedistas de siempre, es desestabilizar el régimen de Calderón.

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