sábado, 17 de junio de 2006

Catolicismo: cuando el futuro nos alcance

A estas alturas del partido es evidente que el viejo sueño medieval de convertir a todo el orbe a fe de Roma es ya una utopía inalcanzable. Pero es que desde un principio, el cristianismo fue y sigue siendo asunto de minorías. Despojado (por fin) del oropel y las ricas túnicas bordadas, el catolicismo vuelve a ser, poco a poco, lo que era en un principio: una minoría, la levadura en la masa.
Ahora, sin más incentivos para creer que la fuerza desnuda del evangelio, es cuando se presenta una oportunidad extraordinaria para una renovación radical de la espiritualidad y los hábitos eclesiales.
Ya ni siquiera es necesario seguir en nuestra trinchera, elaborando caducas apologéticas. Y es que ya no tenemos nada más que perder. Tratar de justificar al cristianismo es, como diría Kierkegaard, más o menos como si un rico propietario tratara de justificar, por medio de ponderadas razones, la conveniencia de que los pobres de la ciudad acudan a recibir parte de la donación de toda la hacienda, que el propietario esta a punto de efectuar en favor de aquellos.
Ante el kerigma sólo hay dos actitudes posibles: la fe o el escándalo. Sólo una supina pobreza intelectual y espiritual podría ser indiferente ante semejante anuncio.


lunes, 12 de junio de 2006

Esa cosa llamada democracia


¿Cómo encarar la multiforme y desmandada democracia? ¿Es que tal cosa es posible en un país como México? Para determinarlo, deberíamos primero averiguar primero cuáles son los orígenes de la institución.
Si mal no recuerdo, sus inventores fueron los griegos. Sólo los ciudadanos libres tenían el derecho a decidir el destino de la polis. Esto excluía a los esclavos y a las mujeres. El derecho a decidir se fundamentaba en la calidad de los integrantes de la sociedad. Una democracia en sentido amplio, tal y como se pretende en nuestros días, hubiera sido impensable para los griegos.
Aristóteles (¿o Platón?) quería una aristocracia: pensaba que sólo personas dignas debían ocupar los puestos públicos. Hizo un gran énfasis en la relación existente entre ética y política, sobre todo en la Ética a Nicómaco.
Pero no vayamos tan lejos. La gloriosa revolución francesa, si no mal recuerdo, concedía el derecho de voto a algo así como el 2% de la población de Francia.
Bueno, parece que ya vamos llegando, por vericuetos medio tortuosos, al punto al que yo quería llegar: ¿qué sentido tiene extender el derecho de voto en un país cuyos habitantes no entienden el sentido de su emisión? ¿Realmente, cualquiera puede y debe votar? ¿Lo que piensan las mayorías, es siempre lo mejor para todos? ¿Y qué me dicen del poder irracional que tienen los mass media en la política?
No recuerdo qué historiador (o humorista) decía que la democracia es el mejor de los gobiernos malos, y el peor de los gobiernos buenos (seguramente debe ser Bernard Shaw, que no fue historiador).
También es alarmante la desaparición del partido ideológico, que a dado paso al partido contemporizador (camaleonismo político), al grado que uno ve brincando a políticos de partidos de "izquierda" hacia la derecha, luego de regreso a siniestra, y eventualmente al "centro", si las circunstancias lo requieren.
Básicamente, los tres partidos principales ofrecen lo mismo: más empleo, más educación, más seguridad. ¿Vieron los debates? Yo sólo ví el primero, no tuve hígados suficientes para soportar otro. Además, creo que dicha transmisión fue superada en rating por La fea más bella. Definitivamente somos un pueblo preocupado por escuchar las serias propuestas de nuestros candidatos. Pero es que lo único que nos ofrecieron fueron propuestas demagógicas, realmente nadie habló de los problemas de fondo de México: la injusta e irracional distribución de la riqueza, el atraso tecnológico y productivo, una política exterior vengonzantemente dependiente del coloso del norte...
Si realmente queremos que en México exista la democracia (y no el remedo de la misma que es el IFE) deberíamos empezar por:
1. No votar. Al votar expresamos que confiamos en nuestras instituciones políticas y "democráticas". Un sencillo sondeo entre la población demostraría cuán poca credibilidad tienen los partidos políticos y el IFE. Me dirán que de los males, el menor; y yo les contesto: ¿por qué tenemos que elegir entre males? ¿No se supone que tenemos la facultad para construir altarnativas verosímiles? Y, si no tenemos la capacidad, ¿cuál es la causa? ¿No será nuestra ancestral pasividad? ¿Votar no será seguir encomendando nuestro futuro a quienes sobradamente han demostrado ser incapaces de construirlo? ¿Por qué no deslegitimar las actuales instituciones y construir algo diferente?
Desde luego que esto implicaría un cambio de actitud. Todos deberían involucrarse en la construcción de esta nueva realidad política. Aunque para ello es necesario que exista un ciudadano consciente e instruido, y no una masa a la expectativa de un mesías. Lo cual es más lejano que un simple cambio de estructuras. El problema de México no son sus políticos. El problema de México son los mexicanos.
2. Y ya entrados en utopías, ¿por qué no exigir que los partidos políticos vivan de sus militantes, como sucede en la mayor parte de los países desarrollados? ¿No es lastimoso que en un país subdesarrollado, como el nuestro, se dilapiden fortunas financiando minipartiditos unifamiliares? ¿Cómo es que hay tantos partidos políticos y tanta pobreza de propuestas? ¿No pasará lo mismo que con los futbolistas mexicanos, que entre mejor se les paga, menos goles anotan?
3. Si hablamos de ejercer la democracia en serio, ¿por qué no implementar el ejercicio del referendum y el plebiscito como medios necesarios para la aprobación de leyes importantes, v. gr., reformas constitucionales?
Si alguno ha seguido este soliloquio (y no se ha enardecido tanto como para ir por su machete a descabezar neoliberales) querrá decir que México todavía tiene posibilidades. Quizá.