viernes, 16 de julio de 2010

¿Qué tiene España (y Argentina y Brasil y Uruguay) que a México le falta?

España acaba de entrar al grupo de naciones hispanas que han conseguido coronarse campeonas del mundo en fútbol.  El hecho, que a muchos puede parecerles baladí, a mí me inspira una reflexión sobre las excusas que solemos poner en México a los fracasos.

La importancia del fútbol

Muchos seudointelectuales sulen despreciar el fútbol (y en general, todos los gustos del pueblo).  Pero lo cierto es que los resultados en un deporte que es considerado la pasión nacional no dejan de revestir importancia como barómetro de la situación general del país.  Esta afirmación, que seguramente a muchos podrá parecer exagerada, tiene un fundamento, que enseguida explicaré.
Si en una actividad cualquiera alguien se considera "apasionado" (y no simplemente aficionado) es de esperar un desempeño superior en dicha actividad que en aquellas en las que se tiene menor interés.  Así pues, el grado de pericia en esta actividad predilecta es un índice de las demás.


Los hispánicos, buenos futbolistas

En el mundial de Sudáfrica la voz cantante la llevaron los hispánicos  (nacidos en naciones que hablan los idiomas de España y Portugal).  A los temibles equipos de Argentina y Brasil, que ya han logrado coronarse varias veces (sin olvidar a Uruguay) ahora se suma España.  Frecuentemente hablamos de las cosas que tenemos en común con estas naciones, excepto cuando comparamos nuestros logros con los suyos.   Lo cierto es que México está bien lejos de aspirar siquiera a llegar a una semifinal.

¿Qué nos pasa?

Brasil y Argentina se caracterizan por ser naciones orgullosas de sí mismas y de su historia.  España va saliendo poco a poco del complejo de culpa que le endilgó la leyenda negra que le forjaron los anglosajones.  En cambio, en México, como decía Octavio Paz, somos unos "hijos de la Chingada", eternos despreciadores de lo que somos y de lo que hemos sido.
Otros países han entendido que los triunfos no nacen en la copa de los árboles: hay que trabajar arduamente durante años para conseguir frutos.  Así lo ha hecho España en el deporte (no solamente en el fútbol) y su reciente campeonato es la coronación de esos esfuerzos.  En cambio en México no acostumbramos planear.  Preferimos improvisar.  Siempre tenemos a mano una excusa o un chivo expiatorio para nuestro fracaso.  No se avanza nada con la renuncia de Aguirre.  Al contrario.  Más bien hay que aprender del fracaso y prepararse para el 2014.
Otros países han abandonado la cultura del nepotismo y el compadrazgo porque han entendido que solamente así los talentos jóvenes podrán emerger y brillar.  Y con ellos, el país.  En cambio en México la gloria nacional pasa a segundo plano. Los puestos deportivos son "un hueso" más, una prebenda que se otorga, lo mismo que los demás huesos, a nuestros amigos y familiares; aunque claramente estas personas se muestren incompetentes.  Solamente así se puede explicar que de aquellos jóvenes mexicanos que lograron el campeonato del mundo sub-17 sólo unos pocos hayan llegado a la selección.  Sólo así se explica que no se haya convocado a más jugadores del equipo que se mostró más sólido en el torneo pasado (Toluca), sólo así puede uno entender el exagerado protagonismo del "Guille" Franco y la escasa participación del "Chicharo".

La solución

No podemos pasar del México del "sí se puede" al México del "ya se pudo" sin primeramente aceptar con serenidad lo que somos y lo que hemos sido.  Al igual que un individuo, el primer paso para recuperar la autoestima de una nación es aceptar su historia, con sus claros y sus sombras, y abandonar las negaciones autodestructivas (afán izquierdista de erradicar el catolicismo, nostalgia de un pasado indígena idealizado, negación de la época colonial, imitación región 4 de Estados Unidos con Benito Juárez o de Francia con Porfirio Díaz, supuesto "atraso" español heredado, etc.) mismas que únicamente sirven para destruir el poco orgullo nacional que nos queda.  Esa misma falta de orgullo nacional es la que propicia que se vean puestos críticos para el país como un patrimonio personal.  Al fin y al cabo, México nunca cambiará, mejor aprovechémonos del caos: a mar revuelto, ganancia de pescadores.