miércoles, 13 de diciembre de 2006

¿Pero qué les pasó?

Seguramente Gómez Morín se retorcería en su tumba si se enterara en lo que se ha convertido el partido que fundó. Él, que fue rector de la UNAM, defensor de la autonomía; y en fin, uno de los siete sabios del círculo de Antonio Caso.
¿Cómo se transformó un partido que tiene una historia de lucha democrática (e incluso mártires) en un gobierno que desdice toda la doctrina que enarboló en su lucha para llegar al poder? ¿Qué pasó con las ideas de Efraím González Luna, sobre todo las relativas a la importancia de la educación masiva?
Tal vez el error de los fundadores del partido fue integrarlo de élites . Es significativa la incomprensión que experimentaban personas sencillas cuando se enfrentaban con los fundadores del PAN, como le ocurrió a Salvador Abascal, fundador del sinarquismo. Se había fundado el partido de los tribunos.
El PAN desde sus orígenes fue un partido de minorías, que pretendía realizar los cambios que el país necesitaba, mismos que el vulgo, dada su colosal ignorancia, era incapaz de percibir.
El problema radica en que el sufrimiento no es asimilable teoréticamente. Ninguna explicación, por elaborada que ésta sea, puede darnos una idea tan cabal de lo que es un dolor de muelas, como experimentar uno nosotros mismos.
Así se explican ideas tan peregrinas como aquella de que no se deben subir los salarios, porque se provoca inflación. La inflación provoca inestabilidad macroeconómica. Si no hay estabilidad, no llegan capitales extranjeros. Sin inversiones, no hay empleos, y todos nos vamos al diablo. Si seguimos razonando así convalidaremos la conclusión. Pero mientras nosotros seguimos con nuestros silogismos, millones de seres humanos viven en carne propia el neoliberalismo, que como vemos, cuenta con una ilación lógica admirable. Y hablando de inversiones, llegamos a un punto medular del pensamiento de la élite: la insuperable desconfianza en la capacidad del pueblo mexicano. Casi nos vienen a decir que sin la iniciativa del exterior es prácticamente imposible avanzar en ningún rubro problemático del país.
Debo decir que aunque la izquierda me provoca temor, sobre todo cuando recuerdo sus múltiples accesos de jacobinismo a lo largo de la historia, la prefiero a un gobierno que no es fiel a sus principios fundacionales, que no es capaz de sentir el sufrimimiento del otro porque precisamente éste es alteridad absoluta desde el momento en que se ha atrofiado la empatía necesaria para ver con los ojos ajenos.
Esta miopía también se refleja en el tratamiento que el nuevo gobierno está dando a los brotes sociales: los considera simples actos de rebeldía. ¿La solución? Bombas y macanas a granel. No percibe que esos brotes tienen causas estructurales muy arraigadas, y que son la vía (tal vez no muy adecuada) por la que se hacen oír aquellos que han sido ignorados sistemáticamente sexenio tras sexenio.

miércoles, 15 de noviembre de 2006

Historia del misántropo

In illo tempore hubo un hombre de buen corazón que dedicó su juventud a buscar a Dios. No lo encontró ni en el mercado, ni debajo de las piedras. Nadie sabía darle razón del desaparecido. Alguien le aconsejó que lo buscara en sí mismo, en su interior. Pero para aquel hombre era imposible reconocer a Dios en sí mismo si no lo había visto primero en sus hermanos. Y en ninguno de ellos lo encontró. Llegó a pensar que tal vez Dios había fallecido.
Pasados algunos años decidió dar un vuelco a su vida, y se dedicó a enriquecerse con los tesoros de todas las ciencias. Tal vez así podría saber qué diablos le pasó a Dios. Y se rodeó de la intelligentsia más destacada. Se sorprendió muchísimo cuando se percató de que los buscadores oficiales de la verdad en realidad buscaban honras. Esto le pareció absurdo.
Cansado de buscar decidió que, puesto que no encontraba a Dios --¿qué otra cosa podría dar sentido a la vida?-- él mismo sería su propio dios. Y para potenciar su propia divinidad se ocupó de procurarse aquello que los hombres más anhelan: dinero. Quedó decepcionado por lo limitado que le pareció el poder de este nuevo aliado. Le pareció que podía mover cualquier cosa con él, excepto corazones.
No encontrando ya para qué vivir, nuestro hombre se hundió en todos los vicios con el dinero que había conseguido, perdiendo de esta forma honra y dinero, y siendo considerado por todos como un insensato. Estando desnudo en el fondo del abismo encontró a Dios.

lunes, 3 de julio de 2006

Dioses

21/02/2006 1:16:03


Yo he dicho que sois dioses.

(Jn. 10,34b)



Te extraña que componga himnos ensalzándote,
que escriba poemas en tu honor,
que pase las noches en vela,
meditando en tus excelencias.
No lo crees ni lo comprendes,
pero si supieras lo que sé
te darías cuenta que aún es poca cosa.

No digas que somos ignaros,
pues el amor contiene
en sí la sabiduría que
domina todos los arcanos.

No digas que somos pobres,
pues el universo entero nos pertenece,
renace en zafiros y topacios
con cada beso
que prodigamos.

No digas que somos insignificantes,
pues somos reyes:
tú de mí, y yo de tí.

Por obediencia se
entrega vida y hacienda,
pero el corazón sólo
se da por amor.

No digas que somos cobardes,
pues el fuego de los profetas
habita en lo más profundo
de nuestro corazón,
aguardando que encendamos
la chispa una vez más
y renovemos al mundo.

No digas que somos débiles,
pues no somos dos
sino uno solo:
¡Tú en mí y yo en tí!

No digas que somos triviales,
pues somos sacerdotes
ministrando uno al otro
la hostia sagrada
del sacramento del amor.

Dioses somos, amada mía, y
nuestra dignidad es tanta,
que aún los ángeles nos veneran.
Dioses en potencia somos, amada mía,
que no acabados, ciertamente.
Es nuestra decisión ser dioses o simples animales,
¡qué destino tan terrible y glorioso a la vez!

sábado, 17 de junio de 2006

Catolicismo: cuando el futuro nos alcance

A estas alturas del partido es evidente que el viejo sueño medieval de convertir a todo el orbe a fe de Roma es ya una utopía inalcanzable. Pero es que desde un principio, el cristianismo fue y sigue siendo asunto de minorías. Despojado (por fin) del oropel y las ricas túnicas bordadas, el catolicismo vuelve a ser, poco a poco, lo que era en un principio: una minoría, la levadura en la masa.
Ahora, sin más incentivos para creer que la fuerza desnuda del evangelio, es cuando se presenta una oportunidad extraordinaria para una renovación radical de la espiritualidad y los hábitos eclesiales.
Ya ni siquiera es necesario seguir en nuestra trinchera, elaborando caducas apologéticas. Y es que ya no tenemos nada más que perder. Tratar de justificar al cristianismo es, como diría Kierkegaard, más o menos como si un rico propietario tratara de justificar, por medio de ponderadas razones, la conveniencia de que los pobres de la ciudad acudan a recibir parte de la donación de toda la hacienda, que el propietario esta a punto de efectuar en favor de aquellos.
Ante el kerigma sólo hay dos actitudes posibles: la fe o el escándalo. Sólo una supina pobreza intelectual y espiritual podría ser indiferente ante semejante anuncio.


lunes, 12 de junio de 2006

Esa cosa llamada democracia


¿Cómo encarar la multiforme y desmandada democracia? ¿Es que tal cosa es posible en un país como México? Para determinarlo, deberíamos primero averiguar primero cuáles son los orígenes de la institución.
Si mal no recuerdo, sus inventores fueron los griegos. Sólo los ciudadanos libres tenían el derecho a decidir el destino de la polis. Esto excluía a los esclavos y a las mujeres. El derecho a decidir se fundamentaba en la calidad de los integrantes de la sociedad. Una democracia en sentido amplio, tal y como se pretende en nuestros días, hubiera sido impensable para los griegos.
Aristóteles (¿o Platón?) quería una aristocracia: pensaba que sólo personas dignas debían ocupar los puestos públicos. Hizo un gran énfasis en la relación existente entre ética y política, sobre todo en la Ética a Nicómaco.
Pero no vayamos tan lejos. La gloriosa revolución francesa, si no mal recuerdo, concedía el derecho de voto a algo así como el 2% de la población de Francia.
Bueno, parece que ya vamos llegando, por vericuetos medio tortuosos, al punto al que yo quería llegar: ¿qué sentido tiene extender el derecho de voto en un país cuyos habitantes no entienden el sentido de su emisión? ¿Realmente, cualquiera puede y debe votar? ¿Lo que piensan las mayorías, es siempre lo mejor para todos? ¿Y qué me dicen del poder irracional que tienen los mass media en la política?
No recuerdo qué historiador (o humorista) decía que la democracia es el mejor de los gobiernos malos, y el peor de los gobiernos buenos (seguramente debe ser Bernard Shaw, que no fue historiador).
También es alarmante la desaparición del partido ideológico, que a dado paso al partido contemporizador (camaleonismo político), al grado que uno ve brincando a políticos de partidos de "izquierda" hacia la derecha, luego de regreso a siniestra, y eventualmente al "centro", si las circunstancias lo requieren.
Básicamente, los tres partidos principales ofrecen lo mismo: más empleo, más educación, más seguridad. ¿Vieron los debates? Yo sólo ví el primero, no tuve hígados suficientes para soportar otro. Además, creo que dicha transmisión fue superada en rating por La fea más bella. Definitivamente somos un pueblo preocupado por escuchar las serias propuestas de nuestros candidatos. Pero es que lo único que nos ofrecieron fueron propuestas demagógicas, realmente nadie habló de los problemas de fondo de México: la injusta e irracional distribución de la riqueza, el atraso tecnológico y productivo, una política exterior vengonzantemente dependiente del coloso del norte...
Si realmente queremos que en México exista la democracia (y no el remedo de la misma que es el IFE) deberíamos empezar por:
1. No votar. Al votar expresamos que confiamos en nuestras instituciones políticas y "democráticas". Un sencillo sondeo entre la población demostraría cuán poca credibilidad tienen los partidos políticos y el IFE. Me dirán que de los males, el menor; y yo les contesto: ¿por qué tenemos que elegir entre males? ¿No se supone que tenemos la facultad para construir altarnativas verosímiles? Y, si no tenemos la capacidad, ¿cuál es la causa? ¿No será nuestra ancestral pasividad? ¿Votar no será seguir encomendando nuestro futuro a quienes sobradamente han demostrado ser incapaces de construirlo? ¿Por qué no deslegitimar las actuales instituciones y construir algo diferente?
Desde luego que esto implicaría un cambio de actitud. Todos deberían involucrarse en la construcción de esta nueva realidad política. Aunque para ello es necesario que exista un ciudadano consciente e instruido, y no una masa a la expectativa de un mesías. Lo cual es más lejano que un simple cambio de estructuras. El problema de México no son sus políticos. El problema de México son los mexicanos.
2. Y ya entrados en utopías, ¿por qué no exigir que los partidos políticos vivan de sus militantes, como sucede en la mayor parte de los países desarrollados? ¿No es lastimoso que en un país subdesarrollado, como el nuestro, se dilapiden fortunas financiando minipartiditos unifamiliares? ¿Cómo es que hay tantos partidos políticos y tanta pobreza de propuestas? ¿No pasará lo mismo que con los futbolistas mexicanos, que entre mejor se les paga, menos goles anotan?
3. Si hablamos de ejercer la democracia en serio, ¿por qué no implementar el ejercicio del referendum y el plebiscito como medios necesarios para la aprobación de leyes importantes, v. gr., reformas constitucionales?
Si alguno ha seguido este soliloquio (y no se ha enardecido tanto como para ir por su machete a descabezar neoliberales) querrá decir que México todavía tiene posibilidades. Quizá.