La encomienda era una concesión sobre grupos más o menos extensos
de indios para asegurar la producción agraria o minera, los tributos, y
para premiar a conquistadores, funcionarios y a veces a notables
indígenas. No entrañaba propiedad de la tierra, que seguía perteneciendo
a los indios, pero en otros aspectos recordaba a las relaciones de
servidumbre europeas y a los repartos de las órdenes militares durante
la Reconquista.Los nativos no eran esclavos, los encomenderos podían
obligarles a trabajos no excesivos y debían evangelizarlos; pero en la
práctica, la exigencia laboral podía acercarse a la esclavitud,
acompañada de maltratos, pues los indígenas no estaban habituados a
trabajar al modo europeo. Es imposible saber cuántos casos había de
abuso y en qué grado, y cuántos de situación más soportable; pero las
crueldades causaron airadas protestas de algunos dominicos, que
llevaron sus denuncias ante el rey.
martes, 10 de enero de 2012
lunes, 9 de enero de 2012
Del buen salvaje al bonobo
La Ilustración no creó solo progreso, sino también auténticos monstruos,
uno de ellos el “buen salvaje”, el hombre en la pureza de sus buenos
instintos no estropeados por la civilización, construido según la
arbitraria imaginación de cada salvajista. Del “buen salvaje” han salido
las utopías más brutales de los siglos XIX y XX, y un precedente de él
fue el indio pintado por la fantasía del perturbado fraile Bartolomé de las Casas.
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