viernes, 5 de octubre de 2007

Continuando una revolución gigantesca

Ahora que tantos reclaman al papa Ratzinger por no permitir que se le quite el apelativo de "cristiana" a Europa, considero oportuno reflexionar acerca de lo que Occidente (y el mundo en general) le debe al cristianismo. Creo que caeremos más fácilmente en la cuenta de ello si reflexionamos en el horror que nos producen las violaciones a los derechos humanos en contextos no cristianos (entendámonos: no occidentales). Para un musulmán son incomprensibles las reivindicaciones feministas . Simplemente no forman parte de su corpus ideológico. Lo que hoy llamamos "cultura occidental" no es otra cosa que los ideales de la cultura greco-romana redimidos por el cristianismo.
Los derechos humanos nacieron con el cristianismo, y su formalización conceptual se fue cristalizando a lo largo en la Edad Media (qué paradójico que haya sido precisamente en esta etapa "oscura" de la historia). El Renacimiento no surgió por generación espontánea, sino que hunde sus raíces en el "oscurantismo" tardomedieval. La democracia y el socialismo son nietos del cristianismo, y la Ilustración fue un hijo rebelde. La universidad fue parida por el convento, y el libro arrullado por el monje.
Para terminar les recomiendo el excelente artículo Siguiendo las huellas de una revolución gigantesca (Juan Manuel de Prada)
, que habla acerca del tremendo cambio de mentalidad que supuso el paso del paganismo antiguo al cristianismo, y los dejo con una cita de Hegel: en la cruz "se convirtió en lo más alto lo que se consideraba lo ínfimo. Aquí radica la expresión inmediata de la revolución perfecta contra lo existente, contra lo que se considera válido. Convirtiendo la deshonra de la existencia en el supremo honor, se han atacado, cuarteado, deshecho por la base los vínculos de la convivencia humana".
(G.W.F. Hegel, en Kasper, Jesús el cristo, 81-82).

viernes, 27 de julio de 2007

La minivenganza del latín

El papa Benedicto XVI recientemente ha promovido el uso del latín como lengua litúrgica. Su medida ha provocado reacciones favorables y desfavorables. Desde el Concilio Vaticano II se había privilegiado el uso de las lenguas vernáculas en el culto en vez del latín. Los argumentos eran que así se favorece una mejor participación y que se facilita el entendimiento entre los fieles de lo que celebran. Argumentos que no dejan de ser válidos.
Desgraciadamente este reconocimiento de las lenguas locales se hizo suprimiendo la lengua oficial de la Iglesia en el culto, que también tiene puntos a su favor:
  • Promueve el sentido de unidad en la Iglesia.  Uno escucha la misma misa en la Ciudad de México, París, o Hong Kong.
  • Dota al culto de una belleza milenaria y una solemnidad especial.
  • Al tratarse de una lengua muerta, el latín facilita la definición de conceptos, que se ven menos afectados por las variaciones semánticas de un lenguaje en uso popular.
Por todo lo cual considero que la iniciativa del papa por promover el uso de la lengua latina es loable y debe ser secundado.  Eso no tiene por qué significar la supresión del culto en lenguas vernáculas.  Creo que ambos modelos pueden coexistir sin mayores dificultades.
Otro punto importante es el rescate del rito tridentino, que también tiene su belleza y su fundamentación teológica, lo mismo que las reformas introducidas en el Vaticano II.  Ambas formas del celebrar el rito son hermosas y valiosas para la vida de la Iglesia.

martes, 27 de febrero de 2007

Tom Cruise en «La tumba perdida de Jesús». Coming soon.

Pues ahora resulta que James Cameron encontró la tumba perdida de Jesús, y prepara un documental con Discovery Chanel. Se trata de varias tumbas, en las que aparecen inscripciones de algunos nombres que pueden ser relacionados con personajes de los evangelios, como «María» y «Judas». En la supuesta tumba de Jesús se hallan despojos humanos, lo que probaría «irrefutablemente» la falsedad de la resurrección.
Primero fue «El Código Da Vinci» (del cual su autor no se ha cansado de repetir una y otra vez que se trata solamente de una novela. ¿Sí saben la diferencia entre una novela y un estudio histórico, verdad?), luego el «Evangelio de Judas» (una falsificación gnóstica , a la cual se da más crédito que a escritos anteriores, tales como los evangelios canónicos) y ahora llega Cameron para continuar con esta saga de «humanización» de la figura de Jesús.
Esas tumbas fueron descubiertas en 1980. Pero a nadie se le había ocurrido proponer que se tratara de la tumbas no de la familia de un chucho cualquiera, sino del mismísimo Jesús, llamado el Cristo.
Es evidente que lo que está detrás de toda esta serie de «descubrimientos históricos» no es otra cosa que un afán de sensacionalismo, y desde luego, el dinero que ello conlleva. Arqueólogos verdaderos, que han dedicado su vida al estudio del cristianismo, han dicho que la propuesta de Cameron es poco fundada, ya que los nombres en aquella época no eran muy variados. Pero tal parece que en esta nuestra época las emociones cuentan más que las razones, y que los cineastas tienen más orejas a su disposición que los arqueólogos. Así que prepárense para el estreno mundial de este gran hallazgo «científico».

viernes, 16 de febrero de 2007

Dionisio contra Apolo

Es urgente rescatar el uso de la razón. La posmodernidad ha venido despreciando el valor del raciocionio. Pero primero veamos cómo llegamos a la era del «pensamiento débil».
Los ilustrados franceses creyeron que la diosa razón liberaría a la humanidad de todos sus prejuicios y ataduras. En el siglo XIX, los sorprendentes avances en todas las ciencias hicieron pensar a muchos que el hombre llegaría a ser dueño de su destino y lograría el control absoluto de la naturaleza. Auschwitz terminó con estas ideas exaltadas. La idea hegeliana de que todo lo racional es real, y viceversa, se mostró falsa en las cámaras de gases. La enorme matanza fue real, pero no racional.
A partir de entonces se empezó a desconfiar del uso de la razón. Los tres «maestros de la sospecha» (Marx, Freud y Nietzche) definieron las líneas maestras del pensamiento posmoderno, en el cual nos hallamos inmersos actualmente.
Marx nos mostró la lógica despiadada de la lucha de clases, inexorablemente inserta en la espiral sin retorno de la dialéctica. Freud nos dijo que somos esclavos de mecanismos subconcientes irracionales. Y al final de la escalera hallamos a Nietzche, que declaró oficialmente la «muerte de Dios» y apremiaba al retorno a la «inocencia» irracional (ley del más fuerte).
Vivimos una época de desencanto y escepticismo generalizado. Pero debemos darnos cuenta que precisamente la razón ha sido la que nos ha traido hasta aquí. Desde luego que el siglo XIX pecó de optimismo en cuanto al poder de la racionalidad humana, pero eso no quiere decir que ésta se haya convertido en un trasto obsoleto que hay que tirar por la borda.
En nuestros días parece que es más fuerte la emoción que la razón,la imagen sobrepuja a la palabra. Muchos repiten que «una imagen vale más que mil palabras» pero yo creo que un concepto bien acuñado vale más que mil imágenes.
Los filósofos de la deconstrucción (Derrida)y los filósofos analíticos (Focault) han reducido la Filosofía a la Filología. Han diseccionado el lenguaje y los discursos tanto que uno se pregunta si se puede uno aproximar a la verdad con un instrumento tan precario. Obviamente, ellos responden que no. Pero si ya no es la búsqueda de la verdad el objeto de la Filosofía, ¿a qué se van a dedicar los filósofos? Sospecho que no tendrán más remedio que ser meros historiadores del pensamiento filosófico.