En mi opinión, la principal causa de la violencia en México es la escandalosa e injusta distribución de la riqueza, por un lado. Esta es la causa de los delitos menores, como robo de autos, asalto a bancos, asalto a transeúntes. Por otra parte, y no menos importante, la impunidad de que goza la clase gobernante del país. Esta es la causa de los delitos mayores, como corrupción, fraudes, crimen organizado, la privatización de Pemex... a estos dos grandes causales hay que agregar la guerra contra el narcotráfico del presidente Felipe Calderón, que no ha hecho más que azuzar un nido de avispas.
Si se quiere una sociedad segura, no sirve de nada armar hasta los dientes a los cuerpos policiacos. En no pocas ocasiones dichos cuerpos son parte del problema, dado el grado de descomposición moral de los mismos. Tampoco sirve de nada aumentar las penas para los delincuentes, ya que éstos no eligen sus delitos en función de las penas marcadas por los legisladores. Unos reclusorios más grandes sólo sirven para incubar más personas violentas y resentidas.
Entonces, ¿cuál es la solución? De acuerdo a las causas que señalé al principio, en primer lugar debe lucharse para que la distribución de la riqueza sea más equitativa. Según el FMI, México es la 15ava. economía mundial por su PIB, pero ocupamos el lugar 58 desde el punto de vista del ingreso per cápita. Uno de los tres hombres más ricos del mundo es oriundo de nuestro país.
Por otra parte debe terminar el estado de privilegio y prebendas de la clase política. Ellos quieren vivir atrincherados detrás de rejas eléctricas y guaruras mientras los demás nos debatimos entre la muerte y la miseria. Pero ahora la ola de violencia se está volviendo tan gigantesca que ya no hay barrera que garantice librarse de ella.
Finalmente, un comentario sobre la lucha contra el narcotráfico. En Colombia se trató de llevar a cabo una política similar, y el resultado fue el inicio de una verdadera guerra interna. La única forma de que la droga deje de ser un negocio de criminales es legalizarla. Mientras haya consumidores, el comercio de drogas no parará. No sirve de nada prohibir el consumo de un producto que es percibido como necesario por un mercado. Ya sea en el mercado negro o en el mercado legal, el consumidor obtiene lo que quiere. Lo mejor es que se vuelva un negocio como los demás. Así podrá ser regulado y controlado. Allí está la experiencia de la prohibición de bebidas alcohólicas en Estados Unidos. Para lo único que sirvió fue para crear una nueva clase de criminales: los contrabandistas de alcohol.