21/02/2006 1:16:03
Yo he dicho que sois dioses.
(Jn. 10,34b)
Te extraña que componga himnos ensalzándote,
que escriba poemas en tu honor,
que pase las noches en vela,
meditando en tus excelencias.
No lo crees ni lo comprendes,
pero si supieras lo que sé
te darías cuenta que aún es poca cosa.
No digas que somos ignaros,
pues el amor contiene
en sí la sabiduría que
domina todos los arcanos.
No digas que somos pobres,
pues el universo entero nos pertenece,
renace en zafiros y topacios
con cada beso
que prodigamos.
No digas que somos insignificantes,
pues somos reyes:
tú de mí, y yo de tí.
Por obediencia se
entrega vida y hacienda,
pero el corazón sólo
se da por amor.
No digas que somos cobardes,
pues el fuego de los profetas
habita en lo más profundo
de nuestro corazón,
aguardando que encendamos
la chispa una vez más
y renovemos al mundo.
No digas que somos débiles,
pues no somos dos
sino uno solo:
¡Tú en mí y yo en tí!
No digas que somos triviales,
pues somos sacerdotes
ministrando uno al otro
la hostia sagrada
del sacramento del amor.
Dioses somos, amada mía, y
nuestra dignidad es tanta,
que aún los ángeles nos veneran.
Dioses en potencia somos, amada mía,
que no acabados, ciertamente.
Es nuestra decisión ser dioses o simples animales,
¡qué destino tan terrible y glorioso a la vez!