martes, 27 de febrero de 2007

Tom Cruise en «La tumba perdida de Jesús». Coming soon.

Pues ahora resulta que James Cameron encontró la tumba perdida de Jesús, y prepara un documental con Discovery Chanel. Se trata de varias tumbas, en las que aparecen inscripciones de algunos nombres que pueden ser relacionados con personajes de los evangelios, como «María» y «Judas». En la supuesta tumba de Jesús se hallan despojos humanos, lo que probaría «irrefutablemente» la falsedad de la resurrección.
Primero fue «El Código Da Vinci» (del cual su autor no se ha cansado de repetir una y otra vez que se trata solamente de una novela. ¿Sí saben la diferencia entre una novela y un estudio histórico, verdad?), luego el «Evangelio de Judas» (una falsificación gnóstica , a la cual se da más crédito que a escritos anteriores, tales como los evangelios canónicos) y ahora llega Cameron para continuar con esta saga de «humanización» de la figura de Jesús.
Esas tumbas fueron descubiertas en 1980. Pero a nadie se le había ocurrido proponer que se tratara de la tumbas no de la familia de un chucho cualquiera, sino del mismísimo Jesús, llamado el Cristo.
Es evidente que lo que está detrás de toda esta serie de «descubrimientos históricos» no es otra cosa que un afán de sensacionalismo, y desde luego, el dinero que ello conlleva. Arqueólogos verdaderos, que han dedicado su vida al estudio del cristianismo, han dicho que la propuesta de Cameron es poco fundada, ya que los nombres en aquella época no eran muy variados. Pero tal parece que en esta nuestra época las emociones cuentan más que las razones, y que los cineastas tienen más orejas a su disposición que los arqueólogos. Así que prepárense para el estreno mundial de este gran hallazgo «científico».

viernes, 16 de febrero de 2007

Dionisio contra Apolo

Es urgente rescatar el uso de la razón. La posmodernidad ha venido despreciando el valor del raciocionio. Pero primero veamos cómo llegamos a la era del «pensamiento débil».
Los ilustrados franceses creyeron que la diosa razón liberaría a la humanidad de todos sus prejuicios y ataduras. En el siglo XIX, los sorprendentes avances en todas las ciencias hicieron pensar a muchos que el hombre llegaría a ser dueño de su destino y lograría el control absoluto de la naturaleza. Auschwitz terminó con estas ideas exaltadas. La idea hegeliana de que todo lo racional es real, y viceversa, se mostró falsa en las cámaras de gases. La enorme matanza fue real, pero no racional.
A partir de entonces se empezó a desconfiar del uso de la razón. Los tres «maestros de la sospecha» (Marx, Freud y Nietzche) definieron las líneas maestras del pensamiento posmoderno, en el cual nos hallamos inmersos actualmente.
Marx nos mostró la lógica despiadada de la lucha de clases, inexorablemente inserta en la espiral sin retorno de la dialéctica. Freud nos dijo que somos esclavos de mecanismos subconcientes irracionales. Y al final de la escalera hallamos a Nietzche, que declaró oficialmente la «muerte de Dios» y apremiaba al retorno a la «inocencia» irracional (ley del más fuerte).
Vivimos una época de desencanto y escepticismo generalizado. Pero debemos darnos cuenta que precisamente la razón ha sido la que nos ha traido hasta aquí. Desde luego que el siglo XIX pecó de optimismo en cuanto al poder de la racionalidad humana, pero eso no quiere decir que ésta se haya convertido en un trasto obsoleto que hay que tirar por la borda.
En nuestros días parece que es más fuerte la emoción que la razón,la imagen sobrepuja a la palabra. Muchos repiten que «una imagen vale más que mil palabras» pero yo creo que un concepto bien acuñado vale más que mil imágenes.
Los filósofos de la deconstrucción (Derrida)y los filósofos analíticos (Focault) han reducido la Filosofía a la Filología. Han diseccionado el lenguaje y los discursos tanto que uno se pregunta si se puede uno aproximar a la verdad con un instrumento tan precario. Obviamente, ellos responden que no. Pero si ya no es la búsqueda de la verdad el objeto de la Filosofía, ¿a qué se van a dedicar los filósofos? Sospecho que no tendrán más remedio que ser meros historiadores del pensamiento filosófico.